Es evidente que, en la actualidad, la
humanidad está reencontrando un camino hacia el uso curativo de los cristales
por sus propiedades vibracionales (Gemoterapia es el término más usado), esto
va de la mano con el consistente despliegue que el mundo está vivenciando en
relación a las Terapias Vibracionales (Flores de Bach, Reiki, Sanación Pránica,
etc.). Considero que los últimos descubrimientos de la ciencia occidental, en
especial los relacionados a la física de partículas, han aportado mucho en este
sentido, justamente en occidente donde estamos tan educados en el “ver para
creer”. Así mismo, lo que se puede observar también, es que hay un gran
crecimiento en las capacidades perceptivas de las personas, especialmente en
las generaciones nacidas desde los últimos años del siglo XX. A mi entender, es
esto último lo que más aporta en este intenso regreso a los cristales.
Y pareciera que los cristales sienten
esto, y lo manifiestan con el permanente despertar de nuevos minerales, mejor
dicho, el despertar de nuestra conciencia hacia ellos porque, en general, los
minerales se han formado hace millones o miles de millones de años atrás y,
ahora, llegan a nosotras y nosotros para que podamos impregnarnos de sus
vibraciones.
Ahora bien, por la gran diversidad de
minerales con los que hoy contamos, y a la vista de un creciente mercado para
la comercialización de los mismos, se ha multiplicado la cantidad de piedras,
cristales, gemas, que se utilizan en técnicas de armonización energética.
Ciertos materiales bibliográficos van desarrollando un entramado complejo para
el uso de piedras y cristales en la terapéutica vibracional y en algunos casos
hasta se esfuerzan demasiado en relacionar cristales con síntomas. Por supuesto
que esto está perfecto, si es así como ha de fluir para quien practica, enseña
o escribe, si, quien adopta para su práctica gran cantidad y variedad de
cristales, así lo siente.
Sin embargo, me parece oportuno observar
algo, para lograr una buena armonización de la energía a través del uso de piedras
y cristales, más que contar con muchos y variados elementos, lo que
importa es sintonizar adecuadamente con los que tengamos a mano.
En algunos casos se proponen piedras y
cristales muy difíciles de conseguir en los lugares donde se vive, a los que se
suman otros extremadamente caros, y esto, además de dificultar la tarea del
terapeuta o potencial terapeuta, produce, muchas veces, en quienes están
formándose o intentando desarrollar esta tarea, altos niveles de ansiedad, y
hasta frustración, por no poder acceder a éstos, lo cual provoca el efecto
inverso al que se propone desde este saber: la pérdida de energía, con la
consecuente pérdida de poder que dificulta el avance en la vida y el despliegue
del alma. Se corre el riesgo, inclusive, de que la armonización con cristales
se convierta en una actividad elitista.
Insisto, no se trata de establecer un
“vademecum cristal-síntoma”, si no de propiciar las condiciones para que
los cristales con los que contamos puedan aportarnos su luz, sus cualidades vibratorias.
Continuando en este sentido, la tarea de
armonización energética con cristales puede ser algo muy simple y, retomando,
si pensamos qué de sintonizar se trata,
establecer el vínculo con las propias piedras y minerales, las de la propia
región, del lugar donde se vive y de los lugares que visitamos más
frecuentemente, ya sea en formaciones, en vacaciones, en retiros, etc., aprender
a sintonizarnos con las piedras y cristales del propio territorio resulta
una tarea fundamental para todas las personas que nos formamos en esta
disciplina.
Fundamental tanto por el valor vibracional,
emocional, simbólico, ecológico que tiene la relación con lo propio, con lo
cercano, como por facilitar el desarrollo de esta práctica. Tengamos en cuenta
que si nuestra alma eligió venir al mundo en este
lugar, será también para aprovechar los recursos que el propio territorio nos
ofrece.
Amo los cristales, me gustan todos,
eventualmente debo sujetar mi ego que quiere tenerlos (a todos), y con los años
he logrado reunir una gran diversidad, sin embargo, en el sentido planteado en
lo párrafos anteriores, pienso que los cristales de mi región son el sostén de
mi práctica y me hace muy bien relacionarme profundamente con ellos y aprovechar
su guía, su energía.
Y de piedras hablando, encontrar tus
propios cristales, desenterrarlos, allí cuando aparecen ante tus sentidos luego de haber pedido permiso al territorio, es una experiencia mágica, de gran
placer y belleza.
León Meotto
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