El
universo cristalino nos trae la posibilidad de compartir la sabiduría
de la totalidad de la historia de nuestro planeta. Desde que la
Tierra se constituyó como una bola de gas incandescente, los
elementos que la componen han estado ensayando modos de relacionarse,
probando combinaciones, produciendo sustancias. Desde el punto de
vista de la ciencia química, primero fueron las inorgánicas.
En
estado gaseoso fue el principio y, a medida que las partículas
fueron descubriendo que más interesante que estar solas y aisladas,
es relacionarse con otras, el espacio entre ellas se fue reduciendo.
Nacieron los átomos, constituyendo elementos de diversas
composiciones, luego los átomos se asociaron unos con otros
conformando las moléculas y con ellas todas las sustancias que hoy
conocemos. Al reducirse el espacio, aumentó la densidad y lo gaseoso
se hizo líquido.
Mares
de sustancias, en el interior y la superficie, ascendían y
descendían en esa incipiente Tierra líquida, ardiente y líquida.
Cada vez más se redujo el espacio, porque las partículas, lo átomos
y las moléculas deseaban estar cada vez más cerca y así
descubrieron que si se mueven diferente pueden acercarse mucho más
aún, y más, y más. Lo gaseoso se hizo líquido y más se
encontraron las partículas, desearon con-solidar su encuentro. Y lo
líquido se hizo sólido.
En
la capa exterior del planeta comenzó a formarse un manto firme,
constituido por aquellas sustancias en donde sus elementos,
impulsados por el deseo de estar más cerca aún, aprendieron a
moverse diferente, y nacieron combinaciones de lo más variadas,
diferentes resoluciones, diferentes sentidos que encontraron en esas
relaciones y cada sólido se especializó en particulares
movimientos.
Con
el paso de los años, miles de millones, los sólidos se
multiplicaron en variedad a partir de combinaciones, mezclas y
recombinaciones, diversos aprendizajes que alcanzaron en este deseo
incesante de las partículas de estar cada vez más cerca.
Con
el paso de los años, miles de millones, los sólidos se
especializaron en sus aprendizajes, conociendo cada vez más y más
formas de moverse para provocar encuentros, almacenando, en las tan
infinitas como maravillosas formas de sus combinaciones, la sabiduría
de toda la existencia del planeta y el cosmos.
Hoy
los llamamos cristales, ellos son los portadores de las magníficas
Maestrías Cristalinas.
León
Meotto
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