Sobre la energía



1. Sobre la energía: una aproximación vibratoria

La energía es una de esas concepciones que nos acompañan desde el despertar de la conciencia humana. Mucho se ha dicho y especulado, pero su esencia permanece elusiva, imposible de atrapar por completo. Desde el paradigma actual del conocimiento, aceptamos que no existen definiciones únicas, homogéneas o acabadas de nada. Y si, como a menudo se dice, "somos energía", entonces definirla sería autodefinirnos: un proceso siempre inacabado y en evolución.

La concepción de la energía varía según el objeto de estudio. Para nuestros propósitos, elegiremos un modelo explicativo útil que nos acerque a una comprensión práctica y experiencial. Partimos de una premisa fundamental:

Todo en el universo vibra.

Todo ser, organismo u objeto se expresa de manera vibrante. Esto significa que las cosas y los seres —desde lo más ínfimo hasta lo más vasto, incluyendo sus partes constitutivas— poseen un movimiento propio y particular. Un movimiento que, por lo general, no es perceptible para los sentidos ordinarios. Para sintonizar con esta cualidad sutil, necesitamos afinar nuestra percepción.

1.1. Dos caminos hacia un mismo saber

En Occidente, entre los siglos XIX y XX, la física cuántica comenzó a teorizar y experimentar con estos principios, sentando las bases para gran parte de los avances tecnológicos y científicos contemporáneos.

Otras culturas —como la Hindú, China, Tolteca, Maya, Inca o Egipcia— accedieron a este saber en la antigüedad. Muchas de ellas, especialmente las orientales, han logrado mantener vivos los aspectos fundamentales de su comprensión energética, orientando desde allí sus ciencias y artes.

Hoy, este conocimiento es accesible para todos. Por un lado, gracias a los instrumentos y comprensiones de la ciencia occidental (aunque, curiosamente, este saber suele ser ajeno a nuestra educación formal). Por otro, por la apertura masiva del "saber oriental" hacia Occidente en las últimas décadas.

1.2. Vibración: como identidad y potencial

Denominamos vibración —y no simplemente movimiento— a este fenómeno porque implica un patrón repetitivo y sutil. El estado vibratorio de una entidad —sea un átomo, un cristal, un ser humano o una esencia floral— actúa como su huella digital energética, reflejando su historia y su presente. Aunque a diferencia de una huella dactilar estática, esta vibración es dinámica, cambiando con el aprendizaje y la interacción.

Entonces, podemos caracterizar a la energía como:

1.      El estado vibratorio de todas las cosas y seres.

2.      Su potencial para transformarse y relacionarse.

1.2.1 La vibración se propaga: introducción a las ondas

Toda vibración, al ser un movimiento repetitivo, genera una perturbación que se propaga en el espacio circundante: a esto lo llamamos onda. Una onda transporta energía e información de un lugar a otro sin que haya un transporte neto de materia.

Existen dos tipos fundamentales de ondas:

  • Ondas mecánicas: necesitan un medio material (sólido, líquido o gaseoso) para propagarse. Por ejemplo, el sonido o las olas en el agua.
  • Ondas electromagnéticas: no requieren un medio y pueden viajar a través del vacío. Por ejemplo, la luz, las microondas o las ondas de radio.

El concepto de onda es fundamental para entender cómo la vibración única de un cristal, un sonido o incluso un pensamiento puede extenderse e interactuar con otros campos vibratorios, a través de fenómenos como la resonancia.

1.3. Un ejemplo: el silicio y el oxígeno

Cada elemento químico y cada estructura cristalina posee su propio estado vibratorio. Un átomo de silicio (Si) vibra de manera muy similar a otros átomos de silicio, y diferente a los de otras sustancias. Con algunos átomos no se relaciona, pero en otros encuentra complementariedad —como es el caso del oxígeno (O).

Al unirse, silicio y oxígeno trascienden sus capacidades aisladas y forman dióxido de silicio (SiO₂). Esta nueva sustancia integra sus características individuales, pero es más que la suma: es diferente. El SiO₂ tiene su propia cualidad vibratoria, en este encuentro se han convertido en nuestro querido Cuarzo, que resonará con otros similares o complementarios.

Podríamos decir que el silicio y el oxígeno aprendieron a cooperar, a moverse de tal modo que compartieron sus propiedades para equilibrarse y descubrir nuevas posibilidades. Así como lo hacen dos personas que deciden bailar, crear un proyecto o formar una familia.

1.4. La energía en lo humano: cooperación y transformación

Este principio trasciende lo material y se manifiesta con singular riqueza en las relaciones humanas. Cuando dos personas entran en contacto, sus energías —sus patrones vibratorios únicos— entran en diálogo, generando un tercer campo de resonancia donde emergen posibilidades que ninguna podría crear en solitario. La neurociencia actual lo corrobora: estudios como los de Uri Hasson et al. (2012) demuestran que, durante interacciones significativas, los cerebros de dos personas se coordinan en frecuencias similares, creando un 'acoplamiento neural' que sustenta la comprensión mutua" (pp. 115-117).

Este fenómeno no es exclusivo de lo humano. En la naturaleza, vemos cómo los pájaros ajustan su vuelo en bandada o las luciérnagas sincronizan su brillo, creando patrones colectivos armoniosos. Pero en los seres humanos adquiere una dimensión única: nuestra capacidad de elegir sintonizarnos conscientemente. Como señala la psicóloga Barbara Fredrickson (2013), “incluso micro-momentos de conexión —una mirada, una risa compartida— pueden alterar positivamente nuestra bioquímica y nuestro estado vibratorio"* (p. 37).

La pregunta crucial es: ¿cómo cultivar esta sintonía? Requiere, primero, reconocer que toda interacción es un baile de energías donde ambas partes pueden elegir entre chocar o cooperar. En segundo lugar, desarrollar lo que el filósofo Martin Buber (1923/2010) denomina dialogicidad: “la capacidad de encuentro auténtico en la que el yo no se impone, sino que se transforma al reconocer al ’" (p. 18).

Como postuló David Bohm (1996), el diálogo auténtico genera un entre vibratorio: 'Cuando dos personas suspenden sus certezas y acceden a transformarse mutuamente, lo que surge no pertenece a ninguno, sino al campo relacional mismo' (p. 25). Este principio refleja la dinámica energética de la vibración interpersonal: un tercer espacio donde las individualidades se funden para crear algo nuevo.

La cooperación, ya sea en la química o en lo relacional, requiere ajustes vibratorios: ceder, escuchar y resonar con el otro. Así, como el silicio y el oxígeno dan vida al cuarzo, los seres humanos pueden crear realidades más ricas al vibrar juntos.

1.5. La paradoja humana: querer no siempre es poder

Como señalamos, los seres humanos poseemos la capacidad potencial de sintonizarnos conscientemente —de elegir cómo vibrar en nuestras actitudes y relaciones—. Sin embargo, "querer no siempre es poder": ¿Cuántas veces el miedo paralizante, la irritación recurrente o la rigidez mental nos impidieron resolver un conflicto, aceptar diferencias o sumarnos a proyectos colectivos? Es en esta brecha, entre la intención y la capacidad, donde las “Maestrías Cristalinas”, como sistema de medicina vibracional, despliegan su función esencial.

Inspirado en la visión holística de prácticas ancestrales y en los enfoques de la ciencia contemporánea —como la psicología, la física cuántica, las neurociencias, la biología molecular y la epigenética—, he ido desarrollando una práctica terapéutica y pedagógica que se sustenta en el encuentro creativo y profundo con consultantes y estudiantes, "las Maestrías Cristalinas". Su mecanismo de acción no es químico, sino informacional: de modo análogo a un diapasón que afina un instrumento, cada cristal emite una frecuencia específica que assiste a la conciencia humana a recuperar su estado natural de coherencia. Así, lo que Martin Buber describía en el plano interpersonal como 'el entre transformador', en el ámbito interno se traduce en sanar la discordia entre el querer y el poder —o, como expresaba el Dr. Edward Bach, creador del sistema floral, en restablecer 'la armonía entre la personalidad y el alma' (Bach, 1931/2006, p. 23)—. Este reencuentro vibracional permite que nuestras respuestas resuenen en consonancia con nuestra esencia más auténtica.

León Meotto

15 de abril de 2019.


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