Me gusta pensar que el universo puede
sintetizarse en dos movimientos fundamentales, acercarse hacia algo y alejarse
de algo, energías de atracción y de repulsión[1],
la primera reúne, la segunda dispersa, puestas en clave de sentimientos humanos
equivaldrían al deseo y al miedo.
Los protones en el núcleo de un átomo se
comportan así, por el deseo de estar juntos se atraen, pero sienten que si
colisionan pueden destruirse mutuamente, o lo aprendieron probando, porque el
deseo siempre los lleva a la reunión, entonces, cuando están demasiado cerca,
se alejan. Y allí, otra vez, desean encontrarse.
Es en ese ir y venir, atentas a su movimiento,
que las partículas aprendieron que es mejor estar juntas, porque se reparten
los esfuerzos, porque se logran cosas que separadas no serían posibles, porque
se siente placer, entonces, el deseo las reúne pero, otra vez, el miedo a
colisionar, a agredirse hace que vuelvan a separarse, un poco, y, otra vez, el
deseo...
Así, los elementos, entran en un estado de
movimiento perpetuo, se atraen y se repelen mutuamente, se acercan y se alejan,
en forma permanente, lo cual provoca que se muevan dentro de ciertos límites y
que compongan un ritmo, espacio-tiempo compartido, y que es propio de ese
vínculo, a ese modo de movimiento le llamamos vibración.
Y como consecuencia de esa vibración se
produce un campo ondulatorio, la energía de ese movimiento se expande vibrante
y las cualidades de esa reunión se expresan en ese campo. El campo ondulatorio
que se expande a partir de la reunión de dos, o más, es la expresión del
encuentro de sus integrantes.
A esta expresión de la reunión la llamamos
amor
Cuando nos deseamos, nos acercamos, cuando
tenemos miedo de dañar-nos, nos alejamos. Cuando ese movimiento es consciente y
busca el equilibrio, que podría expresarse en la idea de beneficio mutuo, de
placer mutuo, ese movimiento toma una forma, se expresa con claridad, vibra
así.
Ese acto de expresarse con claridad y
amabilidad, propicia la comunicación y, cuando la comunicación se establece, se
siente la energía del vínculo y, si aprendemos a sostener ese encuentro,
constituímos un estado vibratorio compartido, nuevo, que nos integra, esa es la
vibración de nuestro Encuentro.
Esa es la energía de nuestro amor.
[1] Revisando la etimología de repulsión,
nos encontramos con el prefijo re (de nuevo, hacia atrás), pulsus
(empujado, puesto) y sión (acción y efecto). Lo que, en términos de la
reflexión presente, me lleva a la idea de retroceder para volver a revisar los
modos de mi acercamiento. Tomar distancia para ver mejor, entender más de qué
me alejo, de quién me alejo, y así encontrar nuevos modos de pulsar (vibrar)
para iniciar el regreso.
Muy interesante conceptualizar el amor desde el cosmos.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario!
EliminarHermoso... Realmente me resuena asi....
ResponderEliminarMe encantó verlo y entenderlo así. Todos debiéramos conocer conocer esto. Gracias!
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario! si te interesa conversar podés buscarnos en redes, soy León Meotto (@leonmeotto en instagram) o como Resonancias en salud y vida (@resonanciassaludyvida)
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