El movimiento del deseo


Me gusta pensar que el universo puede sintetizarse en dos movimientos fundamentales, acercarse hacia algo y alejarse de algo, energías de atracción y de repulsión[1], la primera reúne, la segunda dispersa, puestas en clave de sentimientos humanos equivaldrían al deseo y al miedo.

Los protones en el núcleo de un átomo se comportan así, por el deseo de estar juntos se atraen, pero sienten que si colisionan pueden destruirse mutuamente, o lo aprendieron probando, porque el deseo siempre los lleva a la reunión, entonces, cuando están demasiado cerca, se alejan. Y allí, otra vez, desean encontrarse.

Es en ese ir y venir, atentas a su movimiento, que las partículas aprendieron que es mejor estar juntas, porque se reparten los esfuerzos, porque se logran cosas que separadas no serían posibles, porque se siente placer, entonces, el deseo las reúne pero, otra vez, el miedo a colisionar, a agredirse hace que vuelvan a separarse, un poco, y, otra vez, el deseo...

Así, los elementos, entran en un estado de movimiento perpetuo, se atraen y se repelen mutuamente, se acercan y se alejan, en forma permanente, lo cual provoca que se muevan dentro de ciertos límites y que compongan un ritmo, espacio-tiempo compartido, y que es propio de ese vínculo, a ese modo de movimiento le llamamos vibración.

Y como consecuencia de esa vibración se produce un campo ondulatorio, la energía de ese movimiento se expande vibrante y las cualidades de esa reunión se expresan en ese campo. El campo ondulatorio que se expande a partir de la reunión de dos, o más, es la expresión del encuentro de sus integrantes.

A esta expresión de la reunión la llamamos amor

Cuando nos deseamos, nos acercamos, cuando tenemos miedo de dañar-nos, nos alejamos. Cuando ese movimiento es consciente y busca el equilibrio, que podría expresarse en la idea de beneficio mutuo, de placer mutuo, ese movimiento toma una forma, se expresa con claridad, vibra así.

Ese acto de expresarse con claridad y amabilidad, propicia la comunicación y, cuando la comunicación se establece, se siente la energía del vínculo y, si aprendemos a sostener ese encuentro, constituímos un estado vibratorio compartido, nuevo, que nos integra, esa es la vibración de nuestro Encuentro.

Esa es la energía de nuestro amor.

Siente el vínculo!
León Meotto
Febrero de 2019.


[1] Revisando la etimología de repulsión, nos encontramos con el prefijo re (de nuevo, hacia atrás), pulsus (empujado, puesto) y sión (acción y efecto). Lo que, en términos de la reflexión presente, me lleva a la idea de retroceder para volver a revisar los modos de mi acercamiento. Tomar distancia para ver mejor, entender más de qué me alejo, de quién me alejo, y así encontrar nuevos modos de pulsar (vibrar) para iniciar el regreso.


Comentarios

  1. Muy interesante conceptualizar el amor desde el cosmos.

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  2. Hermoso... Realmente me resuena asi....

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  3. Me encantó verlo y entenderlo así. Todos debiéramos conocer conocer esto. Gracias!

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    1. Muchas gracias por tu comentario! si te interesa conversar podés buscarnos en redes, soy León Meotto (@leonmeotto en instagram) o como Resonancias en salud y vida (@resonanciassaludyvida)

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